N o se necesitan muchas palabras para enfatizar la importancia de la educación. Desde la juventud y hasta los últimos años de la vida, se necesita mucho esfuerzo para prepararse en una profesión. Sin embargo, desarrollar una carrera es solo un objetivo de la educación. Su principal objetivo es prepararnos para vivir en una forma que honre a la humanidad y a nuestro Señor.
Todos sabemos que una semilla es como un comienzo; los comienzos tienen sus resultados, y la semilla tiene sus frutos, especialmente cuando es plantada en el corazón. Como leemos en las siguientes palabras inspiradas, “semilla sembrada en el corazón... crece y lleva fruto (Consejos para maestros, 178). “La mala semilla de la duda... echa raíz y lleva fruto” (The Youth’s Instructor, 11 de Julio de 1895).
No necesitamos muchas semillas. Una sola semilla es suficiente. “ Una mala semilla sembrada echa raíces, crece y da fruto, y se produce una cosecha abundante... Una mala semilla sembrada no se puede desarraigar fácilmente. Se propaga y brota en todas las direcciones, para ahogar la preciosa simiente, y si se la deja por su cuenta crecerá vigorosamente y obstruirá los rayos del sol para que no iluminen las preciosas plantas” (Testimonios para la Iglesia, tomo 1, 285).
¿Qué acerca de la naturaleza humana?
¿Pensamos y disfrutamos sólo las cosas buenas? ¿Son nuestras tendencias y deseos inocentes, nobles e inspiradores? La respuesta a estas preguntas y otras similares se encuentran en las palabras de Jesús: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:6). ¿Podemos aplicar esto también a los niños y jóvenes? De nuevo, aquí hay respuestas inspiradas: “La necedad está ligada en el corazón del muchacho (Proverbios 22:15). “La mente de los niños... si no se ocupa con cosas buenas y útiles, se dedicará inevitablemente a lo malo” (Hogar Cristiano, 257).
La importancia de la educación
Por nuestra condición humana, ¿Qué consejo nos da la Palabra del Señor? En el caso de la educación, la prevención es mejor que la cura. Deberíamos usar cada oportunidad para inculcar buenos principios y educar a los jóvenes para tomar las decisiones correctas y comprometerse a lograrlas.
“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acos- tarte, y cuando te levantes.
Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas” (Deuteronomio 6: 6-9).
“Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes” (Deuteronomio 11:19).
“Deberíamos usar cada oportunidad para inculcar buenos principios y educar a los jóvenes para tomar las decisiones correctas y comprometerse a lograrlas.”
Razones para una educación oportuna
¿Por qué necesitamos tanta educación cuando somos jóvenes? Primero porque la educación afectará nuestra vida entera y en segundo lugar porque la niñez es cuando somos más impresionables.
“La obra de educación y formación debería comenzar en la primera infancia del niño, porque entonces la mente es más impresionable, y las lecciones impartidas se recuerdan mejor” (Conducción del Niño, 26 – énfasis propio).
“En la niñez y la juventud es cuando el carácter es más impresionable. Entonces es cuando debe adquirirse la facultad del dominio propio. En el hogar y la familia, se ejercen influencias cuyos resultados son tan duraderos como la eternidad. Más que cualquier dote natural, los hábitos formados en los primeros años deciden si un hombre vencerá o será vencido en la batalla de la vida” (Conducción del Niño, 188, énfasis propio).
Si bien los niños y los jóvenes no siempre comprenden la importancia de la educación, no deberíamos perder ninguna oportunidad de progresar en esta maravillosa obra de preparación para la vida. “Pero la educación es una cuestión más amplia de lo que muchos comprenden: abarca todo el proceso mediante el cual el niño es instruido desde el nacimiento a la segunda infancia, de la segunda infancia a la juventud, y de la juventud a la adultez. Tan pronto como un niño es capaz de formar una idea, debería comenzar su educación” (Conducción del Niño, 26).
En un museo Británico en Londres hay una piedra tan dura como el acero, en la cual, sorprendentemente, se encuentra la huella de un gorrión. Los visitantes a menudo se preguntan ¿cómo fue posible imprimir una huella tan delicada en un material tan duro? He aquí la explicación: hubo un tiempo cuando ese material era tan suave que el ligero toque del pie del gorrión dejó su marca. Cuando el material se endureció, la impresión permaneció.
Lo mismo sucede con las enseñanzas y la educación que recibimos en los primeros años de vida. La infancia es el periodo más flexible de la vida.
En ese tiempo es esencial colocar los cimientos de nuestra educación a través del estudio y los principios encontrados en la palabra de Dios. Cuando esto se hace, es más probable que el niño tendrá menos remordimientos en la vida y tendrá mucha más confianza para el futuro.
Por siglos, las Sagradas Escrituras han enfatizado la importancia de la educación en los primeros años. “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). Aún los proverbios seculares enfatizan la importancia de la educación infantil temprana: “la vara verde se dobla fácilmente” y “a medida que la rama se dobla, crece el árbol”. Por lo tanto la niñez y la juventud son el mejor momento para adquirir educación. Este tiempo es una excelente oportunidad que no se debería perder.
“Hijo mío, si recibes mis palabras y atesoras mis mandamientos contigo…
“Más que cualquier dote natural, los hábitos formados en los primeros años deciden si un hombre vencerá o será vencido en la batalla de la vida.”
Si clamares a la inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz; Si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios” (Proverbios 2:1-5).
“Mejor es adquirir sabiduría que oro preciado; y adquirir inteligencia vale más que la plata” (Proverbios 16:16). “Jehová está en pie para litigar, y está para juzgar a los pueblos” (Proverbios 3:13).
El Espíritu de Profecía pone gran énfasis en la educación con esta recomendación: “Preparad a la juventud, amoldad el carácter, educad, educad, educad, para la vida inmortal del futuro” (Testimonios para la Iglesia, tomo 5, 556).
“La iglesia puede educar apropiadamente a los jóvenes…tanto los padres como los maestros, por precepto y ejemplo, deben inculcar los principios de verdad y honestidad en las mentes y corazones de los jóvenes, para que ellos puedan llegar a ser muy leales a Dios y a su causa” (Pacific Union Recorder, 21 de Noviembre de 1901).
“Que todo estudiante que aprecia el tesoro celestial esfuerce hasta el extremo sus facultades mentales y espirituales y ahonde el socavón hasta la mina de la verdad a fin de que pueda obtener el oro celestial, es decir la sabiduría que ha de hacerlo sabio para salvación” (La Educación Cristiana, 246).
Hombres que han buscado y obtenido
No son sólo los padres y la iglesia quienes deben proveer para la educación de los niños y de los jóvenes. Nosotros también debemos desear educación para nosotros mismos, como los grandes hombres de Dios lo hicieron. Moisés un día expresó este sincero deseo: “te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca”(Éxodo 33:13). Cuando él presentó este pedido al Señor, él no era un muchacho inmaduro y sin preparación que no tenía conexión con Dios o que no tenía experiencia con Él. En realidad Moisés ya había tenido la maravillosa experiencia de escuchar la voz de Dios “cara a cara”, como habla cualquiera a su compañero” (Éxodo 33:11). Sin embargo, Moisés quería conocer al Señor mejor, porque sólo tal conocimiento podía darle a él esperanza y alegría. ¡Si él sentía esta necesidad, nosotros también deberíamos!
Este ardiente deseo no era exclusivo de Moisés; otros hombres de gran expe- riencia tuvieron el mismo deseo. Uno de ellos fue el Salmista, quien repetidamente exclamó, “Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; Enséñame tus sendas” (Salmos 25:4). “Hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma” (Salmos 143:8). Si preguntamos la razón de esta oración, la respuesta del salmista es: “Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad; Afirma mi corazón para que tema tu nombre” (Salmos 86:11). Conocer a Dios es el mejor conocimiento y la mejor educación. Aún Jesús hablando con los discípulos dijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). No hay mejor educación que el conocimiento de Dios. Aquellos que tuvieron este deseo hicieron grandes experiencias.
Si Moisés y David, quienes eran hombres de fe y experiencia, ardientemente desearon conocer a Dios y sus caminos, ¿Cuánto más deberíamos sentir tal necesidad hoy? ¿Cuánto más deberían los niños y los jóvenes quienes tienen toda su vida en frente de ellos sentir la necesidad de educación para tomar las mejores decisio- nes? Conocer y obedecer a Dios es ciertamente la mejor educación para la vida presente y la vida futura.
Todos conocemos a niños y jóvenes en la Biblia quienes grandemente apreciaron la educación que ellos recibieron en su infancia. Ellos no eran sólo buenos hombres, sino también grandes instrumentos en la obra de Dios. Entre ellos está Samuel, quien estaba desde muy temprana edad ministrando en el templo del Señor y más tarde llegó a ser profeta; Juan el bautista, quién preparó el camino para el Mesías venidero; y especialmente Jesús, el Redentor del mundo, quien es el más grande ejemplo de todos. De todos ellos está escrito que en su juventud crecieron “en estatura y en el favor de Dios y de los hombres”(1 Samuel 2:26; Lucas 1:80, 2:52).
Por lo tanto, queridos niños y jóvenes, traten de tomar el siguiente consejo y la bendición llegará.
“Conocer y obedecer a Dios es ciertamente la mejor educación para la vida presente y la vida futura.”
“No hay mejor educación que el conocimiento de Dios. Aquellos que tuvieron este deseo hicieron grandes experiencias.”
“Ahora, pues, hijos, oídme, y bienaventurados los que guardan mis caminos. Atended el consejo, y sed sabios, y no lo menospreciéis. Bienaventurado el hombre que me escucha, velando a mis puertas cada día, aguardando a los postes de mis puertas. Porque el que me halle, hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová” (Proverbios 8:32-35).
(Todos los textos Bíblicos son de la versión en Español Reina Valera 1960.)